Lucas,
sus comunicaciones
Como no solamente escribe
sino que le gusta pasarse al otro lado y leer lo que escriben los demás, Lucas
se sorprende a veces de lo difícil que le resulta entender algunas cosas. No es
que sean cuestiones particularmente abstrusas (horrible palabra, piensa Lucas
que tiende a sopesarlas en la palma de la mano y familiarizarse o rechazar
según el color, el perfume o el tacto), pero de golpe hay como un vidrio sucio
entre él y lo que está leyendo, de donde impaciencia, relectura forzada, bronca
en puerta y al final gran vuelo de la revista o libro hasta la pared más
próxima con caída subsiguiente y húmedo plof. Cuando las lecturas terminan así,
Lucas se pregunta qué demonios ha podido ocurrir en el aparentemente obvio
pasaje del comunicante al comunicado. Preguntar eso le cuesta mucho, porque en
su caso no se plantea jamás esa cuestión y por más enrarecido que esté el aire
de su escritura, por más que algunas cosas sólo puedan venir y pasar al término
de difíciles transcursos, Lucas no deja nunca de verificar si la venida es
válida y si el paso se opera sin obstáculos mayores. Poco le importa la situación individual de los lectores,
porque cree en una medida misteriosamente multiforme que en la mayoría de los
casos cae como un traje bien cortado, y por eso no es necesario ceder terreno
ni en la venida ni en la ida: entre él y los demás se dará puente siempre que
lo escrito nazca de semilla y no de injerto. En sus más delirantes invenciones
algo hay a la vez de tan sencillo, de tan pajarito y escoba de quince. No se
trata de escribir para los demás sino para uno mismo, pero uno mismo tiene que
ser también los demás; tan elementary,
my dear Watson, que hasta da desconfianza, preguntarse si no habrá una inconsciente demagogia en esa corroboración
entre remitente, mensaje y destinatario. Lucas mira en la palma de su mano la
palabra destinatario, le acaricia apenas el pelaje y la devuelve a su limbo
incierto; le importa un bledo el destinatario puesto que lo tiene ahí a tiro,
escribiendo lo que él lee y leyendo lo que él escribe, qué tanto joder.
Julio
Cortazar
En este cuento de Cortazar
que publico arriba hace referencia a lo que se me ocurrió hoy. Muchas veces pasamos de pensar ¿la gente de
verdad esta entendiendo lo que digo?
Somos egoístas y nos vale un comino. No nos ponemos a pensar si somos
claros a la hora de expresarnos y buscar palabras adecuadas y que todo mundo
comprenda lo que estamos queriendo decir ¿cómo queremos que la gente nos comprenda
si no sabemos expresarnos?
Desde mi punto de vista, debemos tomar en cuenta tres cosas importantes:
:
1. OortoGrAafía: Dios, chicos, yo sé que estamos
en un era nueva y la tecnología y eso, pero la ortografía, es la ortografía, no
hay nada cool en EsCrIbIr AsI.
2. Ambigüedades: hay miles
de ambigüedades en nuestro idioma, es importante encontrar el contexto en el
que lo decimos y checar que sea correcto.
3.
¿A quién va dirigido?: yo sé que todos super inteligentes
y que usamos el diccionario y obviamente, sabemos palabras bonitas domingueras
y rimbombantes, pero OJO no es así para todo mundo. Es más fácil que la gente
te entienda cuando hablas común y simple, claro que si estas con tu profesor no
olvides esas palabritas que escuchaste una vez en clase.
Creo que de esta forma se
puede comprender mejor lo que tratamos de decir, por que aunque sea español,
escribir esta en griego.